jueves, 12 de junio de 2008

Un Tercer Domingo de Cuaresma... (relato - 2a. entrega)


(Continuación)

Sintió demasiada sed, y le pidió permiso al jefe de andas para salir a comprar agua. Se lo concedieron, pero con un tiempo algo limitado. En ese lapso, pudo apreciar la procesión entera. Se sorprendió al ver que la cantidad de gente que pudo observar al inicio de la procesión, se había multiplicado. Además, las filas que formaron los devotos cargadores, eran mucho más nutridas que el año pasado. Incluso su amigo Luis, le comentó que ya más de alguno había intentado "colarse" en los turnos. Cuando pudo verla desde los ciriales, en la 5ta. calle, solamente pudo pensar:
-"Que procesionón".
Así de sencillo. Según Damián, no se podía decir otra cosa, porque lo mismo habrían de estar pensando todos los miembros antiguos, que habían visto crecer a la procesión y a la Asociación. Se acordó de cuando cargó a Jesús por primera vez, cuando pasaba en el barrio de Gerona, y sonrió en su interior al volver a vivir todos aquellos gratos momentos.
Cuando volvió al área del anda, leyó por enésima vez, el lema del adorno: "Id... y predicad el evangelio"
Para él, no era sólo un lema, algo en su interior le decía que esa frase significaría para él, algo más que el mandato de Jesús.
Cuando la procesión llegó a la 1a. av. (donde pasaba por vez primera) se sorprendió del recibimiento que tuvo Jesús en ese barrio.
Alfombras, y gente por doquier, fue algo satisfactorio.
-Gracias a Dios la procesión creció mucho más que el año pasado. ¿No es cierto, vos Sebastián? -le dijo a su compañero más cercano.
-Si, la verdad es que tenés razón -replicó éste. -En verdad, valió la pena todo el esfuerzo que hicimos para este año, y la verdad es que nos fa
lta camino por recorrer.
Les dijeron que empujaran el anda, porque iban algo atrasados.
Sin decir más, los turnos fueron pasando hasta que la procesión quedó bien en cuanto al horario, y volvieron a ir tranquilos.
A todo esto, ya habían llegado al barrio moderno. Damián, se sorprendió de ver cómo aumentó la cantidad de fieles que acompañaban al Nazareno. El paso por la 10 av. "A", lo mantendría bien grabado en su memoria. Recordó que desde que había ingresado como miembro a la Asociación, la gente se mostró devota hacia el Nazareno, desde que esta procesión había comenzado a hacer su paso por ese sector de la ciudad. La calidez del recibimiento hacia Jesús, no faltó. Entre alfombras, altares y presencia de los fieles, la procesión recorrió sin ningún incidente que alterara el orden del mismo. Cuando ya eran más de las 6 de la tarde, la procesión llegó a la 11 av.
Para Damián, eran ya las postrimerías del cortejo, pero eso no lo desalentó, sino por el contrario, le infundió más fuerzas para continuar en su puesto.
Cuando iban ya por La Merced, se le acercó Rodrigo, el presidente, y le dio uno de los tantos sobres donde se guardaban los turnos:
-Con esto, Jesús te agradece todo el esfuerzo y dedicación que has puesto en la Asociación desde que entraste y que has mantenido hasta este año.
Se alejó, ya que debía ir a controlar el cortejo, de nuevo, y Damián sacó la tarjeta-turno del sobre.
Fue una gran sorpresa la que se llevó al leer esas dos palabras tan elocuentes, que narrarían toda una historia por sí solas:
-"Honor Entrada..."

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Al pasar por el Parque Colón, recibió una llamada. La vibración del teléfono, lo dejó helado. Damián había pedido de favor a su madre y a sus amigos cercanos, que no lo llamaran sin necesidad. Sabía que sólo quedaban dos alternativas: o había pasado algo grave, o era una llamada equivocada. Un poco nervioso, buscó su celular entre los bolsillos de la túnica, y cuando vio el número, permaneció perplejo.
Se acercó maquinalmente el auricular a la oreja y contestó:
-Aló, buenas noches...
-Gracias a Dios mijo que pudiste contestar -le dijo entre sollozos su madre-, fíjate que me acaba de llamar tu primo Alberto, y me dijo (la voz se le entrecortó en ese punto) que... tu papá... está agonizando...
La frase lo dejó anonadado. "Agonizando" -pensó- "si tan sólo le pudiera decir adiós..."
La madre, tuvo fuerzas para continuar:
-Pero sobretodo, tu padre dejó unas palabras para ti:
"Dile a Damián, que yo me bauticé, porque fue su ejemplo el que me conmovió. Cuando salía a cargar en escondidas, y yo no creía en nada, me di cuenta de que empezó a ser una mejor persona. Cambió su forma de ser, trabajó arduamente para su hermandad, y ese ejemplo suyo fue el que me motivó a bautizarme. Yo sé que no me hablaba abiertamente de estos temas porque no le gustaba contrariarme, y creía que era feliz con lo que yo pensaba. Pero cuando vine aquí, al extranjero, profundicé en lo que significó su actuación en la casa, y eso me motivó a hacerme católico. Fue su ejemplo el que me convenció. Sé que él no empezó a cargar solo, así que le agradezco mucho a quien lo haya llevado a cargar, sea quien sea, porque su ejemplo fue el que me acercó a Dios. Adiós hijo mío, que Dios te acompañe, y donde quiera que estés, acuérdate siempre de mí..."
Esas eran las palabras que su padre le quiso decir hasta en sus últimos momentos...
Continuará...

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