domingo, 25 de mayo de 2008

Un Tercer Domingo de Cuaresma... (relato - 1a. entrega)


Eran las 6 de la mañana cuando sonó el despertador. Esta vez, no fueron los rayos del sol, quienes penetraron en su ventana, por el contrario, un ambiente frío fue el que invadió su habitación.
-Mejorará el clima, sin duda -fue el único comentario que pudo decir.

Entre las carreras, el desayuno y alistar su uniforme de la “asociación“, como le llamaba, se le fue como una hora más. Se despidió de su madre, le dio un gran abrazo, y a pesar del clima imperante, salió con una alegría interior que rebosaba. A su madre le dio mucha satisfacción verlo con ese carácter. La tranquilizaba, porque en estas últimas cuatro semanas, había estado llegando muy tarde a casa, y como casi no se mantenía en casa, la atemorizaba que cuando Damián pudiera descansar o se pudieran encontrar, estuviera de mal carácter.
Pero no. Damián le ofreció a Jesús ese sacrificio de trabajar todos los días en la iglesia, aún así fuera un poco tiempo, y no reaccionar de mal carácter ante sus obligaciones y ante la demás gente, no importando que estuviera muy cansado o muy molesto.
Su madre le pidió que le rezara a Jesús por ella, y por sus familiares, lo persignó, y lo acompañó a la puerta. Ya en la calle, se dirigió a la 3a. Calle, tomó una camioneta y se marchó a Santo Domingo. Cuando llegó allá, vio como tímidamente empezaba a brillar el sol en el cielo. Con el primero con el que se encontró fue con Luís, su compañero más cercano. Se saludaron efusivamente, e ingresaron al templo.
-¡Que gentío, vos! -dijo Damián- ¿te acordás que cuando “entramos”, era mucha menos gente?
-Si vos, tenés razón -replicó Luis, al mismo tiempo que se dirigían a apreciar el anda, ubicada en la entrada a la capilla de Santo Domingo, de cuyo traslado y ensamble habían participado pocas horas antes.
Al apreciar el anda, ambos recordaron todo el proceso para llegar a ese punto. En sus remembranzas, volvieron a vivir aquellas “sesiones”, donde sábado a sábado (y entre semana también), “armaron” o mejor dicho, idearon el adorno. Posterior a su aprobación, recordaron también como Ricardo, el jefe de adorno, y la comisión a su cargo (Leonel, Adolfo, Alex...) se las ingeniaron para crear esas bellas molduras inspiradas en el templo, y también para fabricar el búcaro que se situaba en la parte posterior del anda, también las vicisitudes y los obstáculos, que sufrieron para conseguir las imágenes y los enseres que lucían algunas de ellas.
Damián dijo: - Que bien combinan todos los elementos.
Así era.

Desde el adorno, hasta el material de imprenta, todos los elementos estaban inspirados, o se habían tomado elementos, del bicentenario Templo.
Una suave palmada en la espalda, lo despertó de su letargo.
-Vístanse ya, muchá – dijo Rodrigo- ustedes tienen que alistarse, y después de vestirse, se vienen a “hacer valla” con Jesús.
No tuvo necesidad de decir nada más. Salieron los dos, más volando que corriendo, y entraron a la bodega. Ahí estaban, dos compañeros suyos también, Alex y Henry, quienes ya estaban con el uniforme puesto y solo esperando a que llegara la hora de la misa.
-¿A ustedes les toca acolitar hoy?
-Sí –contestó Alex-. Ya va ser la hora, poco falta para que empiece.
-Está bueno –fue la respuesta.
Apenas terminaron de revestirse con el uniforme, regresaron al templo, pero en el camino se toparon con René, que los saludó alegremente, y les deseó suerte en sus puestos de timonel y cambio de turnos respectivamente.
-Ay me colocás en el brazo que va debajo de Jesús- bromeó con Luís. A Damián, sólo le dijo: “Cuando vayás en el bolillo, acordáte de que no tenés que soltar el anda jamás, aferráte a ella como el barco al ancla”.
Fue como una premonición.

Llegaron a encontrarse con el anda de nuevo. Hicieron valla desde ese momento, hasta que llegó la hora de levantar el anda. Damián, sólo oyó la voz de Adolfo que le preguntó: “¿Listo?”
-Sí, -contestó Damián a media voz-. Cuando el área cercana al anda, empezó a llenarse de los cargadores del turno de Salida, y la gente empezó a apretujarse cerca de ese espacio, se dirigió a donde estaba Luís, y con un gran abrazo le dijo: “Güicho, que Dios te bendiga y que Jesús te acompañe en tu puesto”.
-Gracias vos, -se le oyó musitar-, tené presente que cuando cargue, voy a estar orando por vos.
Acto seguido, se colocó atrás del anda, y se encontró con Leonel, y con Tomás, que iban a “timonear” el turno de salida.
-Buena suerte, muchá –les dijo-. Una vez más, lo vamos a acompañar.
Cuando concluyeron los actos protocolarios, el Padre incensó el anda, y se hizo el silencio...
Durante el prolongado toque de la trompeta, Damián, estaba conmovido y con las lágrimas a punto de salir, y recordó a su familia, recordó a su novia, y recordó a su padre, que desde la lejanía, estaría pendiente de alguna forma...
Cuando las notas de la fanfarria de "Ben-Hur", empezaron a resonar en el templo, Damián y otros compañeros suyos se colocaron debajo del anda, pues debían quitar los "bancos", cuando levantaran el anda.
Sonó el timbre... El sonido agudo del metal, fue la señal para que levantaran el anda los 50 devotos que tenían el privilegio de cargar la salida. Inmediatamente, retiraron los bancos de la parte de abajo del anda, hacia atrás, mientras que el mueble, buscaba el centro del crucero, al compás de las notas de "Palabra de Dios".
Cuando empezó a avanzar el anda, los jefes dieron una orden a los timoneles: "Sostengan el anda". Ni bien lo habían dicho, los demás timoneles (no los que llevaban el anda, por supuesto) se colocaron abajo de ella, y empezaron a sostener...
El anda avanzó lentamente, y no fué sino con las últimas notas de "La Fosa", que llegó al coro alto.
-Sálganse, sálganse... -dijo alguno- vamos a bajar el anda.
Fue algo insólito para Damián. Sería la primera vez que vería a Jesús salir del templo en rodos. Empujaron todos, y cuando la imagen de Jesús salió del templo, la banda ejecutó la "Granadera". Y así avanzaron varias cuadras del recorrido. Entretanto, Damián, comenzó a recordar todo lo que había vivido antes de ingresar a la Asociación y todo lo que pasó cuando ya fue miembro. Pensó en su tío César, que fue el que lo llevó a cargar por primera vez, porque su papá no lo dejaba ir ya que no era católico, y a su mamá no le gustaba contrariarlo.

Las primeras veces salió en escondidas, cargando lo más temprano posible, con túnica prestada y caminando muy poco. Pero cuando empezó a comportarse mejor, que era en lo que su tío César siempre insistía, se admiraron sus papás, y no sabían a que atribuir ese paulatino, pero marcado cambio de vida. También recordó cuando compró su primera túnica, el conflicto que tuvo con su papá, y cuando su amigo Luís, lo invitó a acercarse a la Asociación.
El anda siguió avanzando.
Damián pensó: Ojalá pueda venir mi tío.
Ricardo se le acercó, y le dijo: Preparáte, que en la siguiente esquina, vos agarrás el anda en la parte de adelante.
Damián, sólo asintió, sin replicar. Tomó el anda, cuando le correspondía, y siguió la procesión. Cuando ya había llevado el anda unas 7 cuadras, llegaron a relevarlo, y regresó a la parte de atrás del anda. Vio hacia los lados, y se alegró de que llegara su tío César. Lo vio en la esquina, lo saludó, y le dijo que ya había cargado, que le daba muchas gracias por el turno que le había regalado, y como se sentía un poco mal no podía quedarse más tiempo.
Se abrazaron efusivamente, y Damián, observó como su tío se alejaba.
Cuando la procesión ya iba llegando al Portal del Comercio, vio a su novia. No la pudo saludar, porque en ese momento le tocaba ir bajo el anda, porque era un turno de damas. Entre algunos golpes y esfuerzos, concluyó el turno.
Llegaron a la esquina
de Catedral. Cuando salió de abajo del anda, saludó a su novia y a su familia, quienes le ofrecieron un poco de agua. La recibió de muy buena gana, porque les había costado un poco llevar el turno anterior. Se despidió, y volvió al área del anda.
La procesión continuó sin incidentes, gracias a Dios. Pero Damián continuó meditando en su pasado. Pensó en donde estaría, si su tío no lo hubiera llevado a cargar. Pensó en su padre, que por darle una vida mejor, se fue a trabajar en otro país, y la alegría que sintió cuando le comunicó que estaba por bautizarse. Nunca le explicó los motivos, pero le dijo que cuando llegara su último momento se los habría de decir.
Fue entonces, cuando se dio cuenta de la hora. Eran casi las tres de la tarde.
Continuará...