domingo, 28 de diciembre de 2008

CRÓNICA DE LA PROCESIÓN DE JESÚS NAZARENO DE LA BUENA MUERTE EN EL XV ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE SU ASOCIACIÓN DE DEVOTOS.

“Señor, Dame de esa Agua.” (Juan 4,15)

Aquella mañana, la mañana de un Tercer Domingo de Cuaresma, donde el astro rey, brillaba en todo su esplendor, lanzando sus vivificadores rayos, en el templo de Santo Domingo, se vivía una gran expectación. A alguien que desconozca el desarrollo de la Cuaresma y Semana Santa en el Centro Histórico, ese movimiento inusitado en ese día, y a esa hora le hubiera resultado extraordinario o descomunal. Pero no, no era nada descomunal ni extraordinario, aunque si especial. Todo eso se debía a que se llevaban a cabo los últimos preparativos para la procesión del Nazareno de la Buena Muerte. Sí, ese que durante tantos años, permaneció abandonado, que permanecía solitario en su capilla, sí, ese es el que va a salir en la procesión. Es más, este será el noveno año en que salga en procesión. Contra muchas adversidades, Jesús de la Buena Muerte, salió por vez primera en el año de 1998, y gracias al trabajo tesonero de su Asociación de Devotos fundada en 1991, ha llegado a este punto. Estando ya cerca de las once y cuarto, la hora programada para el inicio de la procesión, la expectación por parte de los fieles instalados en el templo, crece; se comienza a despejar la nave central, un movimiento un tanto complicado puesto que para movilizar las bancas, hay que mover los “pasos” de la procesión de “Viernes Santo”. Más de algún miembro de la asociación, sintió cierta satisfacción al ver que “su Nazareno”, visitaría las calles de nuevo, después de un año de intenso trabajo para engrandecer su cortejo y acercarse más a él, después de un año donde tantas cosas sucedieron en su vida, o en las vidas de devotos a los que conoce o no, pero que los une ese nexo llamado Jesús de la Buena Muerte, que los escucha cada vez que se acercan a platicarle en su capilla.
El adorno procesional, según lo determinado por la comisión de adorno, se basó en el pasaje de la Samaritana, (Evangelio de San Juan, Cap. 4), exactamente en el versículo 15: “SEÑOR, DAME DE ESA AGUA”. El conjunto ornamental del anda, era el siguiente: al frente, un rotulo tallado en piedra con el lema anteriormente citado, y atrás de éste, la samaritana, con dos cántaros de agua, sentada sobre un pozo de roca, tal como lo describe dicho pasaje del evangelio. Al centro la imagen de Jesús de la Buena Muerte, representando a JESUCRISTO, al momento en que dialogaba con la samaritana. Y, en la parte posterior del mueble procesional, enmarcado por un rompimiento de rayos, un SAGRARIO, del cual, mana un torrente de agua, y se puede apreciar a un ángel, que le da de beber esta agua, a varias ovejas que simbolizan al pueblo de Dios.
Llegada la hora correspondiente, se procedió a los actos protocolarios previos a la procesión y después, una atmósfera cargada de sentimiento, invadió el ambiente. El toque de silencio, ejecutado por la banda, nos hizo recordar a dos personajes que se distinguieron por su amor a Jesús Nazareno y que hoy están en la Casa del Padre: Fr. Casimiro Meléndrez OP, y a Víctor Hugo Delgado, baluartes de la devoción a Jesús Nazareno.
En ese momento, se escuchó a alguno murmurar suavemente: “JESÚS DE LA BUENA MUERTE, TEN PIEDAD Y MISERICORDIA DE NOSOTROS”.
Después de ese momento sublime, el timbre, pulsado por el principal impulsor de esta devoción, y fundador principal de la Asociación, Lic. José Luis Barrios Quiñónez, quien luchó por muchos años para que esta procesión sea lo que ahora vemos, sonó, y se levantó el anda. Cuando segundos después, se interpretara “PALABRA DE DIOS”, haría talvez, según las vivencias que tuvimos en ese año de espera, que derramáramos una lágrima, o que una sonrisa iluminara nuestros labios. Después de un año de intensa labor, preocupaciones, carreras, desvelos y otras peripecias, por fin llegaba el momento esperado por todos los miembros de la Asociación. Lentamente el anda salió del lado norte del crucero de la Basílica, llevada en hombros por los varones del turno de Honor Salida, hasta quedar enfilada en la nave central, cuando finalizó la primera marcha. Las notas de “La Fosa” de Santiago Coronado, marcó el avance del mueble procesional, hasta momentos antes de traspasar el coro alto. En este movimiento, el anda fue llevada en “brazos”, por los devotos, mientras el redoble ponía la nota de suspenso en aquel momento. Fueron momentos de gran expectación, ya que un elemento del adorno (el rompimiento de rayos) haría un tanto complicada la salida.
Y a los acordes de la “Granadera”, ya superado ese primer obstáculo, la procesión de Jesús Nazareno de la Buena Muerte, comenzaría a impartir su bendición, en las calles y avenidas de la ciudad. El recorrido se inició, siendo el siguiente: 12 Av., 5a. Calle, 10 Av. “A”, 4a. Calle, 8a. Av., 5a. Calle, 7a. Av., 8a. Calle, 6a. Av., 2a. Calle, 9a. Av., 1a. Calle, 10a. Av. “A”, (ingreso a zona 2) 4a. calle, 13 Av., 2a. calle, 11 av., (ingresa a zona 1), 11a. Av., 10a. calle, ingreso al Templo.
Visto el anterior recorrido, se nos haría difícil creer que, en sus primeros años, éste era de poca duración, y que se limitaba a recorrer el barrio de Gerona, y naturalmente, era una cantidad limitada de personas, acompañaban la procesión. Fue extraordinario el notar que, desde el inicio de la procesión, y casi hasta la entrada, se formaron filas de devotos que acompañaron al Nazareno. Todo lo que recorrió la procesión desde la Salida, hasta el paso por Santa Teresa, hubo poca afluencia de devotos, talvez por la hora. A medida que avanzaba el cortejo en su recorrido, acudían más y más devotos, especialmente desde el paso por el Museo de la Semana Santa, donde el Consejo Pro-Tradiciones Cuaresmales, tuvo a bien recibir a Jesús con el sonido de la Matraca, que, yo creo, sonaba tan solo en Semana Santa, pero esta vez fue la excepción. Al llegar a la Catedral, era ya, poco más de mediodía, y aunque podía confundirse a los devotos y gente que venía con la procesión, con los transeúntes propios de ese día en el parque central, era considerable el número de los primeros. Siguió la procesión, su recorrido, hasta llegar a los alrededores de San Sebastián (6ª. Av. Y 2ª. Calle), donde al pasar enfrente de dicho colegio, su banda recibió a Jesús haciéndole los honores respectivos, con sus toques marciales. Posterior a esto, continuamos, buscando ya, el paso por el parque Isabel La Católica (9ª. Av., y 1ª. Calle), donde los “nazarenos”, llevaron en hombros a Jesús, al compás de “La Reseña”, que, como dice un buen amigo mío, “revitaliza” al cargador, infundiéndole con sus notas, más ánimo para seguir caminando al lado de Jesús. Después del paso de la procesión por ese punto, hicimos el ingreso al “Barrio Moderno”, donde Jesús fuera recibido de una manera propia de este sector de la ciudad; las multicolores “alfombras” se hicieron notar, y parecía que era una sola y larga “alfombra”, puesto que casi no tenían espacio entre sí. Cuando la procesión arribó a dicho barrio, pareció que las calles se estrechaban, al momento en que Jesús de la Buena Muerte, pasaba acompañado de sus devotos. Todo esto ocurrió, entre las 15:30 y las 18:50. A decir verdad, sería imposible describir con colores vivos todo lo que se pudo apreciar en el “Barrio Moderno”. Los altares, las alfombras, la cantidad de gente, son elementos que para poder tener una idea clara, deben apreciarse en vivo, y así entender, porque todo eso no puede describirse con palabras. Gracias a Dios, no sucedió ningún incidente que alterase el orden del cortejo. Al salir del “Barrio Moderno”, donde fuera recibido Jesús Nazareno, con una calidez que nos hace casi que identificarnos con ellos, enfilamos la 11ª. Av. Entre tanto, el día había ya declinado, y se hizo necesario el uso de la luz eléctrica en el mueble procesional. A medida que atardecía, era más numeroso el pueblo que se agolpaba en aquella avenida, para presenciar el paso del Nazareno. Y como dicen, las procesiones, son distintas al verlas en el día, en la tarde, y en la noche, en esta, no fue la excepción. Avanzando ya en la zona 1, siempre en la 11ª. Avenida, el cortejo hizo su arribo a inmediaciones del templo mercedario, cuyo atrio, estaba abarrotado de devotos que esperaban al Nazareno Dominico. El cortejo prosiguió en la 11ª. Avenida, hasta llegar a la 10ª. Calle, donde sería, el último turno antes de la entrada. Después del calor, del cansancio físico, y de otras vicisitudes, llegábamos por fin a la entrada. En la 10ª. Calle y 12ª. Avenida, comenzó el turno de Honor Entrada. “Martirio”, fue la primera marcha que acompasó el caminar hacia el atrio. Ya en él, los acordes de “El Ha Muerto”, marcaban la transición del portón del atrio, al pórtico del templo. En la puerta principal de la Basílica, volvimos a repetir la misma maniobra que en la salida: bajar “a brazos” el anda, para poder ingresar al templo dominico. Ya en el interior, las notas de la “Marcha Fúnebre”, acompañarían a Jesús desde el coro alto hasta quedar algo cerca del púlpito. Después de una pausa, durante la cual, los feligreses presentes en el templo, guardaban profundo silencio, nuevamente las notas de PALABRA DE DIOS, hicieron brillar en nuestra alma, un destello de satisfacción, ya sea a través de una mirada, una sonrisa, o una lágrima, especialmente en los miembros de la Asociación de devotos, ya que, a Dios Gracias, vimos muchos de nuestros proyectos realizados. No queríamos que aquel turno terminara, (uso el plural, porque tuve el honor de cargar la Entrada), ya que habría que esperar un año más para volver a vivirlo. Es en ese momento cuando se comprenden los desvelos, las carreras, y otras peripecias que se pasan para la realización de esta procesión. Allí se comprende que, desde el trabajo más grande, como la planificación y ejecución del adorno, hasta el trabajo más mínimo, como etiquetar cartulinas, valió la pena. Con todos estos pensamientos en mente, avanzamos hacia el altar mayor, y el anda se enfiló en dirección del norte al sur. En ese instante, se nos pide a los cargadores, “dar media vuelta”, y así, movilizar el anda, lentamente, hacia la capilla de Santo Domingo. Suena la última señal del timbre, clausurando aquel recorrido que se iniciara diez horas antes. Se escucha el canto “Perdona a tu pueblo, Señor”, canto que tiene resonancia en las bóvedas de la Basílica, haciendo huella en el alma de cada uno de los asistentes. Es perceptible en el ambiente, la oración de cada devoto, oración que brota del corazón, oración pura, sincera, que vale más que carreras, desvelos u otros sacrificios.
No puedo hacer más que dar mis más sinceras felicitaciones a la Junta Directiva, por haber logrado las metas propuestas para ese año, y también al Lic. Quiñónez, primer presidente honorario, por ser el fundador de la Asociación de Devotos de Jesús Nazareno. Es más, ojalá podamos alcanzar a ver, la celebración de las Bodas de Plata. Pasados unos instantes, en que no se escuchaban más que murmullos de oraciones, se apagan las luces del anda, la gente comienza a retirarse, y nosotros comenzamos a almacenar algunos enseres de la procesión. Al tener la oportunidad de contemplar el templo vacío, invade una sensación de nostalgia, que sólo podrá ser desvanecida cuando volvamos a llevar en hombros al Dulce Nazareno Dominico, en un nuevo Tercer Domingo de Cuaresma. Terminando de guardar los útiles del cortejo, observamos por última vez a la imagen de Jesús en su anda, y nos retiramos hacia nuestras casas. Se deja sentir el cansancio corporal, y, al ver el templo desde el exterior, se formula la siguiente interrogante:
¿PODRÉ ACOMPAÑARTE SEÑOR, EL PRÓXIMO AÑO?......



“TALVEZ, EN LOS TIEMPOS VENIDEROS, LA PLEGARIA DE NUESTRA ALMA SEDIENTA SEA COMO EN ESTE TERCER DOMINGO DE CUARESMA: ‘SEÑOR, DAME DE ESA AGUA’.”


Guatemala, a las 24 horas del domingo 19 de marzo de 2006 (Día de San José).

En el XV aniversario de la Asociación de Devotos de Jesús de la Buena Muerte.
Juan Carlos Sujuy Zepeda.