domingo, 28 de diciembre de 2008

CRÓNICA DE LA PROCESIÓN DE JESÚS NAZARENO DE LA BUENA MUERTE EN EL XV ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE SU ASOCIACIÓN DE DEVOTOS.

“Señor, Dame de esa Agua.” (Juan 4,15)

Aquella mañana, la mañana de un Tercer Domingo de Cuaresma, donde el astro rey, brillaba en todo su esplendor, lanzando sus vivificadores rayos, en el templo de Santo Domingo, se vivía una gran expectación. A alguien que desconozca el desarrollo de la Cuaresma y Semana Santa en el Centro Histórico, ese movimiento inusitado en ese día, y a esa hora le hubiera resultado extraordinario o descomunal. Pero no, no era nada descomunal ni extraordinario, aunque si especial. Todo eso se debía a que se llevaban a cabo los últimos preparativos para la procesión del Nazareno de la Buena Muerte. Sí, ese que durante tantos años, permaneció abandonado, que permanecía solitario en su capilla, sí, ese es el que va a salir en la procesión. Es más, este será el noveno año en que salga en procesión. Contra muchas adversidades, Jesús de la Buena Muerte, salió por vez primera en el año de 1998, y gracias al trabajo tesonero de su Asociación de Devotos fundada en 1991, ha llegado a este punto. Estando ya cerca de las once y cuarto, la hora programada para el inicio de la procesión, la expectación por parte de los fieles instalados en el templo, crece; se comienza a despejar la nave central, un movimiento un tanto complicado puesto que para movilizar las bancas, hay que mover los “pasos” de la procesión de “Viernes Santo”. Más de algún miembro de la asociación, sintió cierta satisfacción al ver que “su Nazareno”, visitaría las calles de nuevo, después de un año de intenso trabajo para engrandecer su cortejo y acercarse más a él, después de un año donde tantas cosas sucedieron en su vida, o en las vidas de devotos a los que conoce o no, pero que los une ese nexo llamado Jesús de la Buena Muerte, que los escucha cada vez que se acercan a platicarle en su capilla.
El adorno procesional, según lo determinado por la comisión de adorno, se basó en el pasaje de la Samaritana, (Evangelio de San Juan, Cap. 4), exactamente en el versículo 15: “SEÑOR, DAME DE ESA AGUA”. El conjunto ornamental del anda, era el siguiente: al frente, un rotulo tallado en piedra con el lema anteriormente citado, y atrás de éste, la samaritana, con dos cántaros de agua, sentada sobre un pozo de roca, tal como lo describe dicho pasaje del evangelio. Al centro la imagen de Jesús de la Buena Muerte, representando a JESUCRISTO, al momento en que dialogaba con la samaritana. Y, en la parte posterior del mueble procesional, enmarcado por un rompimiento de rayos, un SAGRARIO, del cual, mana un torrente de agua, y se puede apreciar a un ángel, que le da de beber esta agua, a varias ovejas que simbolizan al pueblo de Dios.
Llegada la hora correspondiente, se procedió a los actos protocolarios previos a la procesión y después, una atmósfera cargada de sentimiento, invadió el ambiente. El toque de silencio, ejecutado por la banda, nos hizo recordar a dos personajes que se distinguieron por su amor a Jesús Nazareno y que hoy están en la Casa del Padre: Fr. Casimiro Meléndrez OP, y a Víctor Hugo Delgado, baluartes de la devoción a Jesús Nazareno.
En ese momento, se escuchó a alguno murmurar suavemente: “JESÚS DE LA BUENA MUERTE, TEN PIEDAD Y MISERICORDIA DE NOSOTROS”.
Después de ese momento sublime, el timbre, pulsado por el principal impulsor de esta devoción, y fundador principal de la Asociación, Lic. José Luis Barrios Quiñónez, quien luchó por muchos años para que esta procesión sea lo que ahora vemos, sonó, y se levantó el anda. Cuando segundos después, se interpretara “PALABRA DE DIOS”, haría talvez, según las vivencias que tuvimos en ese año de espera, que derramáramos una lágrima, o que una sonrisa iluminara nuestros labios. Después de un año de intensa labor, preocupaciones, carreras, desvelos y otras peripecias, por fin llegaba el momento esperado por todos los miembros de la Asociación. Lentamente el anda salió del lado norte del crucero de la Basílica, llevada en hombros por los varones del turno de Honor Salida, hasta quedar enfilada en la nave central, cuando finalizó la primera marcha. Las notas de “La Fosa” de Santiago Coronado, marcó el avance del mueble procesional, hasta momentos antes de traspasar el coro alto. En este movimiento, el anda fue llevada en “brazos”, por los devotos, mientras el redoble ponía la nota de suspenso en aquel momento. Fueron momentos de gran expectación, ya que un elemento del adorno (el rompimiento de rayos) haría un tanto complicada la salida.
Y a los acordes de la “Granadera”, ya superado ese primer obstáculo, la procesión de Jesús Nazareno de la Buena Muerte, comenzaría a impartir su bendición, en las calles y avenidas de la ciudad. El recorrido se inició, siendo el siguiente: 12 Av., 5a. Calle, 10 Av. “A”, 4a. Calle, 8a. Av., 5a. Calle, 7a. Av., 8a. Calle, 6a. Av., 2a. Calle, 9a. Av., 1a. Calle, 10a. Av. “A”, (ingreso a zona 2) 4a. calle, 13 Av., 2a. calle, 11 av., (ingresa a zona 1), 11a. Av., 10a. calle, ingreso al Templo.
Visto el anterior recorrido, se nos haría difícil creer que, en sus primeros años, éste era de poca duración, y que se limitaba a recorrer el barrio de Gerona, y naturalmente, era una cantidad limitada de personas, acompañaban la procesión. Fue extraordinario el notar que, desde el inicio de la procesión, y casi hasta la entrada, se formaron filas de devotos que acompañaron al Nazareno. Todo lo que recorrió la procesión desde la Salida, hasta el paso por Santa Teresa, hubo poca afluencia de devotos, talvez por la hora. A medida que avanzaba el cortejo en su recorrido, acudían más y más devotos, especialmente desde el paso por el Museo de la Semana Santa, donde el Consejo Pro-Tradiciones Cuaresmales, tuvo a bien recibir a Jesús con el sonido de la Matraca, que, yo creo, sonaba tan solo en Semana Santa, pero esta vez fue la excepción. Al llegar a la Catedral, era ya, poco más de mediodía, y aunque podía confundirse a los devotos y gente que venía con la procesión, con los transeúntes propios de ese día en el parque central, era considerable el número de los primeros. Siguió la procesión, su recorrido, hasta llegar a los alrededores de San Sebastián (6ª. Av. Y 2ª. Calle), donde al pasar enfrente de dicho colegio, su banda recibió a Jesús haciéndole los honores respectivos, con sus toques marciales. Posterior a esto, continuamos, buscando ya, el paso por el parque Isabel La Católica (9ª. Av., y 1ª. Calle), donde los “nazarenos”, llevaron en hombros a Jesús, al compás de “La Reseña”, que, como dice un buen amigo mío, “revitaliza” al cargador, infundiéndole con sus notas, más ánimo para seguir caminando al lado de Jesús. Después del paso de la procesión por ese punto, hicimos el ingreso al “Barrio Moderno”, donde Jesús fuera recibido de una manera propia de este sector de la ciudad; las multicolores “alfombras” se hicieron notar, y parecía que era una sola y larga “alfombra”, puesto que casi no tenían espacio entre sí. Cuando la procesión arribó a dicho barrio, pareció que las calles se estrechaban, al momento en que Jesús de la Buena Muerte, pasaba acompañado de sus devotos. Todo esto ocurrió, entre las 15:30 y las 18:50. A decir verdad, sería imposible describir con colores vivos todo lo que se pudo apreciar en el “Barrio Moderno”. Los altares, las alfombras, la cantidad de gente, son elementos que para poder tener una idea clara, deben apreciarse en vivo, y así entender, porque todo eso no puede describirse con palabras. Gracias a Dios, no sucedió ningún incidente que alterase el orden del cortejo. Al salir del “Barrio Moderno”, donde fuera recibido Jesús Nazareno, con una calidez que nos hace casi que identificarnos con ellos, enfilamos la 11ª. Av. Entre tanto, el día había ya declinado, y se hizo necesario el uso de la luz eléctrica en el mueble procesional. A medida que atardecía, era más numeroso el pueblo que se agolpaba en aquella avenida, para presenciar el paso del Nazareno. Y como dicen, las procesiones, son distintas al verlas en el día, en la tarde, y en la noche, en esta, no fue la excepción. Avanzando ya en la zona 1, siempre en la 11ª. Avenida, el cortejo hizo su arribo a inmediaciones del templo mercedario, cuyo atrio, estaba abarrotado de devotos que esperaban al Nazareno Dominico. El cortejo prosiguió en la 11ª. Avenida, hasta llegar a la 10ª. Calle, donde sería, el último turno antes de la entrada. Después del calor, del cansancio físico, y de otras vicisitudes, llegábamos por fin a la entrada. En la 10ª. Calle y 12ª. Avenida, comenzó el turno de Honor Entrada. “Martirio”, fue la primera marcha que acompasó el caminar hacia el atrio. Ya en él, los acordes de “El Ha Muerto”, marcaban la transición del portón del atrio, al pórtico del templo. En la puerta principal de la Basílica, volvimos a repetir la misma maniobra que en la salida: bajar “a brazos” el anda, para poder ingresar al templo dominico. Ya en el interior, las notas de la “Marcha Fúnebre”, acompañarían a Jesús desde el coro alto hasta quedar algo cerca del púlpito. Después de una pausa, durante la cual, los feligreses presentes en el templo, guardaban profundo silencio, nuevamente las notas de PALABRA DE DIOS, hicieron brillar en nuestra alma, un destello de satisfacción, ya sea a través de una mirada, una sonrisa, o una lágrima, especialmente en los miembros de la Asociación de devotos, ya que, a Dios Gracias, vimos muchos de nuestros proyectos realizados. No queríamos que aquel turno terminara, (uso el plural, porque tuve el honor de cargar la Entrada), ya que habría que esperar un año más para volver a vivirlo. Es en ese momento cuando se comprenden los desvelos, las carreras, y otras peripecias que se pasan para la realización de esta procesión. Allí se comprende que, desde el trabajo más grande, como la planificación y ejecución del adorno, hasta el trabajo más mínimo, como etiquetar cartulinas, valió la pena. Con todos estos pensamientos en mente, avanzamos hacia el altar mayor, y el anda se enfiló en dirección del norte al sur. En ese instante, se nos pide a los cargadores, “dar media vuelta”, y así, movilizar el anda, lentamente, hacia la capilla de Santo Domingo. Suena la última señal del timbre, clausurando aquel recorrido que se iniciara diez horas antes. Se escucha el canto “Perdona a tu pueblo, Señor”, canto que tiene resonancia en las bóvedas de la Basílica, haciendo huella en el alma de cada uno de los asistentes. Es perceptible en el ambiente, la oración de cada devoto, oración que brota del corazón, oración pura, sincera, que vale más que carreras, desvelos u otros sacrificios.
No puedo hacer más que dar mis más sinceras felicitaciones a la Junta Directiva, por haber logrado las metas propuestas para ese año, y también al Lic. Quiñónez, primer presidente honorario, por ser el fundador de la Asociación de Devotos de Jesús Nazareno. Es más, ojalá podamos alcanzar a ver, la celebración de las Bodas de Plata. Pasados unos instantes, en que no se escuchaban más que murmullos de oraciones, se apagan las luces del anda, la gente comienza a retirarse, y nosotros comenzamos a almacenar algunos enseres de la procesión. Al tener la oportunidad de contemplar el templo vacío, invade una sensación de nostalgia, que sólo podrá ser desvanecida cuando volvamos a llevar en hombros al Dulce Nazareno Dominico, en un nuevo Tercer Domingo de Cuaresma. Terminando de guardar los útiles del cortejo, observamos por última vez a la imagen de Jesús en su anda, y nos retiramos hacia nuestras casas. Se deja sentir el cansancio corporal, y, al ver el templo desde el exterior, se formula la siguiente interrogante:
¿PODRÉ ACOMPAÑARTE SEÑOR, EL PRÓXIMO AÑO?......



“TALVEZ, EN LOS TIEMPOS VENIDEROS, LA PLEGARIA DE NUESTRA ALMA SEDIENTA SEA COMO EN ESTE TERCER DOMINGO DE CUARESMA: ‘SEÑOR, DAME DE ESA AGUA’.”


Guatemala, a las 24 horas del domingo 19 de marzo de 2006 (Día de San José).

En el XV aniversario de la Asociación de Devotos de Jesús de la Buena Muerte.
Juan Carlos Sujuy Zepeda.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Turnos épicos

¿Quién no ha vivido un turno de aquellos que, por muy difíciles que sean, no los goza en su interior? Me refiero a cuando se carga con circunstancias ajenas a nuestra voluntad y dominio, y éstas hacen difícil llevar el anda sobre nuestros hombros. Ejemplos, son la lluvia inoportuna y pertinaz, el cargar en calles con sensible inclinación, llevar el anda y tener que hacer virajes muy complicados por lo estrecho de la calle, y otras circunstancias parecidas.
El recuerdo de esos turnos, perduran más que el recuerdo de otros llevados con notable facilidad. Por ello he dado en llamarlos los turnos épicos. Muy pocas veces he vivido turnos así. El último turno épico, fue un domingo, en época reciente, bajo una lluvia estrepitosa que inmisericorde barrió alfombras, no obstante que fuera agua del cielo. Además de la tremenda precipitación pluvial, el turno era en un trayecto ascendente que afecta considerablemente el avance del mueble procesional.
Hoy oí en una radioemisora, que bajo cada túnica hay una historia diferente. Afirmación muy atinada y certera, sin lugar a dudas.
Aunque en las largas filas de penitentes que se pueden apreciar en cada Semana Santa, todos nos veamos casi iguales por la indumentaria que nos caracteriza, cada uno está presente en las filas por alguna razón. Igual o divergente no lo sé, pero están.
Y así, en cada procesión se han vivido con turnos épicos. Como la salida del Calvario, en Segundo Domingo o Viernes Santo, la entrada de Sábado del Consuelo, cuando la lluvia obligó al cortejo a reducir su trayecto, la Salida de un Santo Entierro bajo una extraordinaria lluvia, un Viernes Santo de año reciente, que por alguna razón, se precipitó a las 3 de la tarde (vaya coincidencia). O cuando un Domingo de Ramos, el anda comenzó a incendiarse durante el recorrido.
Turnos épicos habrán que desconozco, ciertamente. Pero no puedo hacer menos que dar un pequeño homenaje a todos aquellos cucuruchos anónimos, que prefirieron soportar inclemencias o incomodidades a "soltar el anda", con una frase genial y única, característica del cucurucho:
"Vamos Señores..."

jueves, 3 de julio de 2008

El anda solitaria...

Un día de éstos, tuve la oportunidad de observar y ser parte de un traslado muy particular. No fue de la bodega a la iglesia, o viceversa. No, esta vez el anda dejaba su descanso posterior a la Semana Santa y es llevada a un taller de restauración, por las calles, cual si fuera una procesión.
¿Curioso, no? Y sí... Sucedió, y participé en ese traslado.
El mueble procesional (perteneciente a una Dolorosa, por cierto) fue sacado en una base especial rodante, llevada por algunas personas y fue movilizado por calles pertenecientes al barrio cercano a su templo, donde se ubica el taller.
Naturalmente, ante algo tan insólito, la gente que nos veía pasar, mostró una reacción de sorpresa, porque no es tan común ver a un anda recorriendo las calles.
Regularmente, en torno a una procesión (y por tal razón, a un anda), se hace una especie de fiesta: existe presencia masiva de personas en los templos, en las afueras de los mismos hay ventas, el movimiento vehicular se complica, etc. Pero esta vez no. El anda fue extraída de la bodega sobre su base rodante, y fue llevada por las calles y avenidas de su barrio.
¿Que sentí al ver el mueble vacío?, debí preguntarme al ver ese traslado tan particular.
Nostalgia, porque no ves a la imagen de tu devoción sobre su trono procesional y añoras las cortas y felices horas en que lo (o la) acompañas en su lento caminar, cada año.
Asombro, porque acostumbras ver el anda con adornos y nunca la habías visto vacía.
Es raro ver un anda en ese estado, no todos tienen la oportunidad de verla así, y cuando lo logras, una sensación inexplicable te invade, al punto de no saber que decir.
Y así, cuando la ves, al haberla dejado ya en el taller donde la restaurarán, o como habrán visto algunos, en una bodega de alguna hermandad, con la puerta entreabierta, en algún templo, lo único que puedes hacer, es pedirle a "tu Jesús", que te preste la vida para llegar a otro año, y, en una esquina cualquiera, esperes la llegada de un turno más a cargar.

viernes, 27 de junio de 2008

Un Tercer Domingo de Cuaresma...(relato - 3ra. entrega)

(Continuación)

Ahí se dió cuenta del significado que habría de tener para el lema del adorno. No era necesario hacer una gran misión para predicar el Evangelio. La conversión de su padre, aunque tardía, era el mejor ejemplo. Le agradeció a Jesús que su padre le hubiera revelado su secreto, y se sintió satisfecho, pero muy triste. Cuando volvió en sí de ese duro golpe, iban ya en la 10a. calle y 12 av. Se fue a formar a la esquina siguiente, a esperar el turno de Entrada. Se puso la capilla, y recibió el anda. Los redobles del timbal, resonaban con fuerza en su mente. Los acordes suaves de "Cristo Rey" de Zaltrón, le erizaron la piel. Cuántas veces había cargado con esa marcha, ni él se acordaba. Pero ese 3er. domingo, la marcha se tornó en un suave susurro por el cual Dios le enviaba un poco de consuelo. En ese encuentro personal con Jesús, le dió las gracias porque su tío lo llevara a cargar por primera vez. Oró por su amigo Luis, que lo introdujo a la asociación, y recordó todo lo que habían vivido, antes de que el fuera miembro, y después, cuando ya había ingresado formalmente. En ese momento, pasaron en su mente, como en un cine, los recuerdos de las colas para sacar sus turnos, las largas caminatas de su tío, de Luis y de él en Semana Santa, los desvelos que habían pasado ya por varios años, cuando trabajaban en la bodega de Jesús, si no en el adorno, preparando los demás enseres.
También recordó a su padre. Pensó en que si él todavía estuviera sano, estaría llamando a su tío César, para que le colocara el sonido ambiente de la entrada para oírlo aunque fuera por medio del teléfono. Cuando abrió los ojos, sonó el timbre, y estaba ya en el atrio de Santo Domingo de nuevo. Comenzaron a realizar la misma operación que llevaran a cabo, los cargadores del turno de Salida. Bajaron y empujaron el anda sobre sus rodos. La diferencia en ese momento, era de que ellos llevaban el anda ya a descansar. Cuando ya habían pasado el coro alto, llevaron el anda nuevamente a sus hombros , y la "Fúnebre" de Chopin, armonizó el cadencioso y lento paso del anda en la nave central del templo. Cuando las graves notas de la marcha resonaron en las bóvedas, volvió a pensar en su padre...
La agonía de su padre, con la que se encontró de manera repentina, le hizo derramar lágrimas de dolor. Abrazó furiosamente el bolillo, estrechó su rostro con la madera labrada por las hábiles manos del ebanista y recordó la frase de René, pronunciada horas antes:
"Nunca soltés el anda, aferráte a ella..."
El dolor por la agonía de su padre, el sentimiento de satisfacción por el deber cumplido por un año más, la nostalgia de ver otra vez a su Jesús en procesión formaron una mezcla extraña de sensaciones, por lo que sentía que estaba a punto de desfallecer. Recordó nunca haber sentido tantas cosas en un turno como el de ese día. La oración que dijo en aquellos momentos, fue única, y jamás volvería a vivir un momento igual. El timbre sonó por fin.
Trató de restablecerse un poco tras el esfuerzo realizado en la marcha anterior. Alzó el rostro para ver a su Jesús por un momento. Al observarlo, sintió algo así como una corriente de paz en su espíritu. Si, era el Jesús por el cual trabajaba todo el año, aún a costa de sacrificios, unas veces pequeños, otras veces grandes; sí, era el Jesús que solitario en su capilla lo escuchaba todo el año; sí era el Jesús con el cual lloró la pérdida de su hermana; sí era el Jesús que lo ayudó siempre a llevar su cruz, por muy pesada y grande que pareciera...
El timbre sonó y el anda se colocó en movimiento, el peso del mueble procesional, le pareció que se había aligerado. La expresión serena de la imagen le devolvió un poco de paz a su alma. Las notas de Palabra de Dios, acompañaron el último trayecto del mueble, sobre los hombros de los devotos cargadores...
Damián volvió a tomar una actitud de oración. Cargó como si fuera la última vez que lo hiciera, porque pensaba que podría ya no estar el próximo año. A medida que avanzaba la marcha, las lágrimas corrían en su rostro imparables. Nunca había llorado en un turno, pero sabía que Jesús habría de auxiliarlo en ese momento supremo.
"Señor, dale una buena muerte a mi papá -susurraba mientras unas cristalinas gotas surcaban sus mejillas-, talvez no fue un buen padre, pero aún así lo amé como tú nos enseñaste..."
"(...)Acuérdate de todos nosotros Dulce Nazareno Dominico, perdona nuestros pecados y condúcenos humildemente a la vida eterna(...)"
A todo esto, el anda se había enfilado nuevamente en el crucero de la Basílica; los celadores, le dieron la orden a los cargadores de que cambiaran de hombro, es decir, que dieran media vuelta, para llevar lentamente el anda, en retroceso hacia la capilla de Santo Domingo, donde iniciara su caminar 11 horas antes.
Cuando sonó la última parte de la marcha, Damián se estremeció a sus acordes.
"Palabra de Dios", siguió armonizando el lento desplazamiento del anda, en las postrimerías del 3er. Domingo de Cuaresma. El sentimiento que le envolvía cada vez que escuchaba esa marcha, se hizo presente. Aunque no fuera de las más conocidas, era con la mejor se identificaba. El sentimiento de la marcha, le decía en cierto modo que "esa" era la de Jesús. No imprimía tristeza o dolor en sus notas, pero describía la serenidad con la que el Nazareno afrontó los escarnios y dolores que le acompañaron camino al Calvario.
Sus lágrimas se fueron reduciendo, hasta casi secarse por completo.
Ese 3er. Domingo, lo recordaría años después con esa frase: "Id... y Predicad el Evangelio."
Entre aquel silencio de los fieles a la expectativa, sonó por última vez el timbre, que dio la orden de colocar nuevamente sobre sus pedestales, el anda del Nazareno.
El mueble procesional, descendió lentamente. Cuando éste, quedó bien colocado sobre sus bases, los versos de un canto rompieron el murmullo de los devotos y feligreses que asistieron a presenciar la entrada del Cortejo: "Oh dulce Jesús mío, perdón, perdón..."
Damián, no se separó del anda. Se reclinó sobre ella, con un llanto terrible que lo acometió de nuevo, adolorido por lo sucedido a su padre.
Algo se formó en su interior. Levantó la mirada y observó su reloj. Eran casi las once menos veinte.
Entonces, el milagro sucedió.
No lo supo en ese momento, pero cuando el dejó su turno (casi una hora después de la llamada, más o menos), su padre falleció. Según vino a saber después, no sufrió, y murió con una gran paz en el alma, después de haber recibido el Sagrado Viático, y ese sentimiento lo reflejaba en su rostro. Una suave palmada en la espalda de Damián, le hizo voltearse, y vio que Luis se disponía a darle un abrazo.
-Felicitaciones, vos Damián. Un año más que estamos a su servicio, y un año más que lo vamos a servir.
-Gracias vos-, y ese fue el abrazo más efusivo que había dado jamás. El resto de compañeros, también lo fueron a saludar, con el tradicional abrazo posterior a la procesión, y se encontraron con las lágrimas en el rostro de Damián.
Eso les sorprendió, pero les conmovió al mismo tiempo. Los fieles empezaron a retirarse, los miembros de la asociación comenzaron a arreglar el templo, entre ellos Damián, y dejaron todo en orden.
Era casi la medianoche, cuando Luís y Damián, vieron a la imagen de Jesús sobre su anda, por última vez. La contemplaron por un rato, hicieron una sencilla oración y se despidieron de Jesús.
Cuando subieron al carro, Luís le preguntó a Damián el porqué de su tristeza, al punto de haber llorado fuertemente en la entrada.
Guardaron un momento de silencio, y Damián le contó la llamada de su madre, y todo lo que sintió.
-Bueno, -dijo Luís-, Dios nos pone las pruebas que sabe que podemos superar, así que ánimo.
-Sí, es cierto vos. Gracias por tus palabras.
Cuando dijo esto, estaban ya enfrente de la casa de Damián y el automóvil se detuvo. Damián se bajó, se despidió de Luis, y entró a su hogar.
Abrió la puerta de la sala, prendió la luz, y se sentó. Ante la foto de Jesús de la Buena Muerte, que tenía colgada en la pared de la sala, solo pudo decir:
"Gracias Señor por permitirme haberte servido un año más, y permite que también que este año que comienza, te sirva mejor..."
"¿Me prestarás el don de la vida, para trabajar por tí, otra vez...?"


Dedicado a todos los "Damianes" que año con año, hacen un gran esfuerzo, para engrandecer el culto de Jesús de la Buena Muerte, a costa de trabajo, esfuerzo y sacrificio.

A ellos, mi más sincera admiración.

jueves, 12 de junio de 2008

Un Tercer Domingo de Cuaresma... (relato - 2a. entrega)


(Continuación)

Sintió demasiada sed, y le pidió permiso al jefe de andas para salir a comprar agua. Se lo concedieron, pero con un tiempo algo limitado. En ese lapso, pudo apreciar la procesión entera. Se sorprendió al ver que la cantidad de gente que pudo observar al inicio de la procesión, se había multiplicado. Además, las filas que formaron los devotos cargadores, eran mucho más nutridas que el año pasado. Incluso su amigo Luis, le comentó que ya más de alguno había intentado "colarse" en los turnos. Cuando pudo verla desde los ciriales, en la 5ta. calle, solamente pudo pensar:
-"Que procesionón".
Así de sencillo. Según Damián, no se podía decir otra cosa, porque lo mismo habrían de estar pensando todos los miembros antiguos, que habían visto crecer a la procesión y a la Asociación. Se acordó de cuando cargó a Jesús por primera vez, cuando pasaba en el barrio de Gerona, y sonrió en su interior al volver a vivir todos aquellos gratos momentos.
Cuando volvió al área del anda, leyó por enésima vez, el lema del adorno: "Id... y predicad el evangelio"
Para él, no era sólo un lema, algo en su interior le decía que esa frase significaría para él, algo más que el mandato de Jesús.
Cuando la procesión llegó a la 1a. av. (donde pasaba por vez primera) se sorprendió del recibimiento que tuvo Jesús en ese barrio.
Alfombras, y gente por doquier, fue algo satisfactorio.
-Gracias a Dios la procesión creció mucho más que el año pasado. ¿No es cierto, vos Sebastián? -le dijo a su compañero más cercano.
-Si, la verdad es que tenés razón -replicó éste. -En verdad, valió la pena todo el esfuerzo que hicimos para este año, y la verdad es que nos fa
lta camino por recorrer.
Les dijeron que empujaran el anda, porque iban algo atrasados.
Sin decir más, los turnos fueron pasando hasta que la procesión quedó bien en cuanto al horario, y volvieron a ir tranquilos.
A todo esto, ya habían llegado al barrio moderno. Damián, se sorprendió de ver cómo aumentó la cantidad de fieles que acompañaban al Nazareno. El paso por la 10 av. "A", lo mantendría bien grabado en su memoria. Recordó que desde que había ingresado como miembro a la Asociación, la gente se mostró devota hacia el Nazareno, desde que esta procesión había comenzado a hacer su paso por ese sector de la ciudad. La calidez del recibimiento hacia Jesús, no faltó. Entre alfombras, altares y presencia de los fieles, la procesión recorrió sin ningún incidente que alterara el orden del mismo. Cuando ya eran más de las 6 de la tarde, la procesión llegó a la 11 av.
Para Damián, eran ya las postrimerías del cortejo, pero eso no lo desalentó, sino por el contrario, le infundió más fuerzas para continuar en su puesto.
Cuando iban ya por La Merced, se le acercó Rodrigo, el presidente, y le dio uno de los tantos sobres donde se guardaban los turnos:
-Con esto, Jesús te agradece todo el esfuerzo y dedicación que has puesto en la Asociación desde que entraste y que has mantenido hasta este año.
Se alejó, ya que debía ir a controlar el cortejo, de nuevo, y Damián sacó la tarjeta-turno del sobre.
Fue una gran sorpresa la que se llevó al leer esas dos palabras tan elocuentes, que narrarían toda una historia por sí solas:
-"Honor Entrada..."

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Al pasar por el Parque Colón, recibió una llamada. La vibración del teléfono, lo dejó helado. Damián había pedido de favor a su madre y a sus amigos cercanos, que no lo llamaran sin necesidad. Sabía que sólo quedaban dos alternativas: o había pasado algo grave, o era una llamada equivocada. Un poco nervioso, buscó su celular entre los bolsillos de la túnica, y cuando vio el número, permaneció perplejo.
Se acercó maquinalmente el auricular a la oreja y contestó:
-Aló, buenas noches...
-Gracias a Dios mijo que pudiste contestar -le dijo entre sollozos su madre-, fíjate que me acaba de llamar tu primo Alberto, y me dijo (la voz se le entrecortó en ese punto) que... tu papá... está agonizando...
La frase lo dejó anonadado. "Agonizando" -pensó- "si tan sólo le pudiera decir adiós..."
La madre, tuvo fuerzas para continuar:
-Pero sobretodo, tu padre dejó unas palabras para ti:
"Dile a Damián, que yo me bauticé, porque fue su ejemplo el que me conmovió. Cuando salía a cargar en escondidas, y yo no creía en nada, me di cuenta de que empezó a ser una mejor persona. Cambió su forma de ser, trabajó arduamente para su hermandad, y ese ejemplo suyo fue el que me motivó a bautizarme. Yo sé que no me hablaba abiertamente de estos temas porque no le gustaba contrariarme, y creía que era feliz con lo que yo pensaba. Pero cuando vine aquí, al extranjero, profundicé en lo que significó su actuación en la casa, y eso me motivó a hacerme católico. Fue su ejemplo el que me convenció. Sé que él no empezó a cargar solo, así que le agradezco mucho a quien lo haya llevado a cargar, sea quien sea, porque su ejemplo fue el que me acercó a Dios. Adiós hijo mío, que Dios te acompañe, y donde quiera que estés, acuérdate siempre de mí..."
Esas eran las palabras que su padre le quiso decir hasta en sus últimos momentos...
Continuará...

domingo, 25 de mayo de 2008

Un Tercer Domingo de Cuaresma... (relato - 1a. entrega)


Eran las 6 de la mañana cuando sonó el despertador. Esta vez, no fueron los rayos del sol, quienes penetraron en su ventana, por el contrario, un ambiente frío fue el que invadió su habitación.
-Mejorará el clima, sin duda -fue el único comentario que pudo decir.

Entre las carreras, el desayuno y alistar su uniforme de la “asociación“, como le llamaba, se le fue como una hora más. Se despidió de su madre, le dio un gran abrazo, y a pesar del clima imperante, salió con una alegría interior que rebosaba. A su madre le dio mucha satisfacción verlo con ese carácter. La tranquilizaba, porque en estas últimas cuatro semanas, había estado llegando muy tarde a casa, y como casi no se mantenía en casa, la atemorizaba que cuando Damián pudiera descansar o se pudieran encontrar, estuviera de mal carácter.
Pero no. Damián le ofreció a Jesús ese sacrificio de trabajar todos los días en la iglesia, aún así fuera un poco tiempo, y no reaccionar de mal carácter ante sus obligaciones y ante la demás gente, no importando que estuviera muy cansado o muy molesto.
Su madre le pidió que le rezara a Jesús por ella, y por sus familiares, lo persignó, y lo acompañó a la puerta. Ya en la calle, se dirigió a la 3a. Calle, tomó una camioneta y se marchó a Santo Domingo. Cuando llegó allá, vio como tímidamente empezaba a brillar el sol en el cielo. Con el primero con el que se encontró fue con Luís, su compañero más cercano. Se saludaron efusivamente, e ingresaron al templo.
-¡Que gentío, vos! -dijo Damián- ¿te acordás que cuando “entramos”, era mucha menos gente?
-Si vos, tenés razón -replicó Luis, al mismo tiempo que se dirigían a apreciar el anda, ubicada en la entrada a la capilla de Santo Domingo, de cuyo traslado y ensamble habían participado pocas horas antes.
Al apreciar el anda, ambos recordaron todo el proceso para llegar a ese punto. En sus remembranzas, volvieron a vivir aquellas “sesiones”, donde sábado a sábado (y entre semana también), “armaron” o mejor dicho, idearon el adorno. Posterior a su aprobación, recordaron también como Ricardo, el jefe de adorno, y la comisión a su cargo (Leonel, Adolfo, Alex...) se las ingeniaron para crear esas bellas molduras inspiradas en el templo, y también para fabricar el búcaro que se situaba en la parte posterior del anda, también las vicisitudes y los obstáculos, que sufrieron para conseguir las imágenes y los enseres que lucían algunas de ellas.
Damián dijo: - Que bien combinan todos los elementos.
Así era.

Desde el adorno, hasta el material de imprenta, todos los elementos estaban inspirados, o se habían tomado elementos, del bicentenario Templo.
Una suave palmada en la espalda, lo despertó de su letargo.
-Vístanse ya, muchá – dijo Rodrigo- ustedes tienen que alistarse, y después de vestirse, se vienen a “hacer valla” con Jesús.
No tuvo necesidad de decir nada más. Salieron los dos, más volando que corriendo, y entraron a la bodega. Ahí estaban, dos compañeros suyos también, Alex y Henry, quienes ya estaban con el uniforme puesto y solo esperando a que llegara la hora de la misa.
-¿A ustedes les toca acolitar hoy?
-Sí –contestó Alex-. Ya va ser la hora, poco falta para que empiece.
-Está bueno –fue la respuesta.
Apenas terminaron de revestirse con el uniforme, regresaron al templo, pero en el camino se toparon con René, que los saludó alegremente, y les deseó suerte en sus puestos de timonel y cambio de turnos respectivamente.
-Ay me colocás en el brazo que va debajo de Jesús- bromeó con Luís. A Damián, sólo le dijo: “Cuando vayás en el bolillo, acordáte de que no tenés que soltar el anda jamás, aferráte a ella como el barco al ancla”.
Fue como una premonición.

Llegaron a encontrarse con el anda de nuevo. Hicieron valla desde ese momento, hasta que llegó la hora de levantar el anda. Damián, sólo oyó la voz de Adolfo que le preguntó: “¿Listo?”
-Sí, -contestó Damián a media voz-. Cuando el área cercana al anda, empezó a llenarse de los cargadores del turno de Salida, y la gente empezó a apretujarse cerca de ese espacio, se dirigió a donde estaba Luís, y con un gran abrazo le dijo: “Güicho, que Dios te bendiga y que Jesús te acompañe en tu puesto”.
-Gracias vos, -se le oyó musitar-, tené presente que cuando cargue, voy a estar orando por vos.
Acto seguido, se colocó atrás del anda, y se encontró con Leonel, y con Tomás, que iban a “timonear” el turno de salida.
-Buena suerte, muchá –les dijo-. Una vez más, lo vamos a acompañar.
Cuando concluyeron los actos protocolarios, el Padre incensó el anda, y se hizo el silencio...
Durante el prolongado toque de la trompeta, Damián, estaba conmovido y con las lágrimas a punto de salir, y recordó a su familia, recordó a su novia, y recordó a su padre, que desde la lejanía, estaría pendiente de alguna forma...
Cuando las notas de la fanfarria de "Ben-Hur", empezaron a resonar en el templo, Damián y otros compañeros suyos se colocaron debajo del anda, pues debían quitar los "bancos", cuando levantaran el anda.
Sonó el timbre... El sonido agudo del metal, fue la señal para que levantaran el anda los 50 devotos que tenían el privilegio de cargar la salida. Inmediatamente, retiraron los bancos de la parte de abajo del anda, hacia atrás, mientras que el mueble, buscaba el centro del crucero, al compás de las notas de "Palabra de Dios".
Cuando empezó a avanzar el anda, los jefes dieron una orden a los timoneles: "Sostengan el anda". Ni bien lo habían dicho, los demás timoneles (no los que llevaban el anda, por supuesto) se colocaron abajo de ella, y empezaron a sostener...
El anda avanzó lentamente, y no fué sino con las últimas notas de "La Fosa", que llegó al coro alto.
-Sálganse, sálganse... -dijo alguno- vamos a bajar el anda.
Fue algo insólito para Damián. Sería la primera vez que vería a Jesús salir del templo en rodos. Empujaron todos, y cuando la imagen de Jesús salió del templo, la banda ejecutó la "Granadera". Y así avanzaron varias cuadras del recorrido. Entretanto, Damián, comenzó a recordar todo lo que había vivido antes de ingresar a la Asociación y todo lo que pasó cuando ya fue miembro. Pensó en su tío César, que fue el que lo llevó a cargar por primera vez, porque su papá no lo dejaba ir ya que no era católico, y a su mamá no le gustaba contrariarlo.

Las primeras veces salió en escondidas, cargando lo más temprano posible, con túnica prestada y caminando muy poco. Pero cuando empezó a comportarse mejor, que era en lo que su tío César siempre insistía, se admiraron sus papás, y no sabían a que atribuir ese paulatino, pero marcado cambio de vida. También recordó cuando compró su primera túnica, el conflicto que tuvo con su papá, y cuando su amigo Luís, lo invitó a acercarse a la Asociación.
El anda siguió avanzando.
Damián pensó: Ojalá pueda venir mi tío.
Ricardo se le acercó, y le dijo: Preparáte, que en la siguiente esquina, vos agarrás el anda en la parte de adelante.
Damián, sólo asintió, sin replicar. Tomó el anda, cuando le correspondía, y siguió la procesión. Cuando ya había llevado el anda unas 7 cuadras, llegaron a relevarlo, y regresó a la parte de atrás del anda. Vio hacia los lados, y se alegró de que llegara su tío César. Lo vio en la esquina, lo saludó, y le dijo que ya había cargado, que le daba muchas gracias por el turno que le había regalado, y como se sentía un poco mal no podía quedarse más tiempo.
Se abrazaron efusivamente, y Damián, observó como su tío se alejaba.
Cuando la procesión ya iba llegando al Portal del Comercio, vio a su novia. No la pudo saludar, porque en ese momento le tocaba ir bajo el anda, porque era un turno de damas. Entre algunos golpes y esfuerzos, concluyó el turno.
Llegaron a la esquina
de Catedral. Cuando salió de abajo del anda, saludó a su novia y a su familia, quienes le ofrecieron un poco de agua. La recibió de muy buena gana, porque les había costado un poco llevar el turno anterior. Se despidió, y volvió al área del anda.
La procesión continuó sin incidentes, gracias a Dios. Pero Damián continuó meditando en su pasado. Pensó en donde estaría, si su tío no lo hubiera llevado a cargar. Pensó en su padre, que por darle una vida mejor, se fue a trabajar en otro país, y la alegría que sintió cuando le comunicó que estaba por bautizarse. Nunca le explicó los motivos, pero le dijo que cuando llegara su último momento se los habría de decir.
Fue entonces, cuando se dio cuenta de la hora. Eran casi las tres de la tarde.
Continuará...